Mix of Traditional and Western Medicine

Joanna working in the lab during a health care volunteer vacation

By Joanna Caldwell

During one of my first days working with the Tandana Foundation, I went to a foundation in Otavalo called Vista Para Todos with a few patients to see an ophthalmologist. The patients’ eyes were burning and itching, and the doctor prescribed each of them the same medicine and also recommended they wash their face with “agua de manzanilla.” I wanted to know what this secondary treatment was, so when I got home, I immediately looked up the word to find it meant chamomile. “Chamomile?” I thought to myself. Why would the ophthalmologist recommend chamomile water? This was the first experience I had with the mix of traditional and western medicine, something very prominent in health care here in Otavalo, Ecuador and the surrounding areas.

A few weeks later, I got sick with something that I diagnosed as traveler’s diarrhea. My host mom here diagnosed it as “mal aire” (bad air), which I had caught from climbing the avocado tree without asking permission. By the way, now that the tree knows me, I can climb it with no risk of catching mal aire.

As the health intern, I was fascinated by the mix between treatments that derive from long-practiced ceremonies or long-used medicinal plants versus treatments that derive from western medicine, many of which were tested in clinical trials that may or may not provide more proof than hundreds of years of successful practice. For example, for my illness, I both took Imodium and was cured by my mom through a procedure that involved rubbing an egg all over my body to soak up the bad air and ended with me spitting three times on the egg and giving her a coin so she didn’t catch bad air from me. The part that was most powerful to me was that throughout, she was gagging and saying that I had “mucho mal aire” (so much bad air). This physical reaction to something that I couldn’t see or really even feel shocked me. At the time I felt guilty that my bad air had affected my mom so forcefully, but I just did as I was told and rested without seeing anyone else that night. In the morning, I did feel better (although later that day and the rest of the week I think I re-caught the bad air)

Joanna (right) with her host sister

. My host sister told me to drink aguita de oregano, another treatment that I had never heard of ‘sfor stomach problems. After my Internet search, though, I believed in the powers of oregano tea completely and even made it for myself a few weeks ago for stomach problems (despite my disinterest in oregano and the fact that it made my thermos taste like oregano for two days after). Oregano-tasting coffee is not my jam. I don’t recommend it.

I was drinking this flavorful coffee the same week I had my third encounter with the mix of traditional and western medicine here. We had a group of doctors and other volunteers here and were going to far-away communities every morning to offer medical care. In the afternoon we found ourselves guided by a woman of about 50 or 60 telling us about one of her patients who she would cure with the herbs she collected along our hike through the woods. She told us about her passion for learning about the medicine that her ancestors practiced, and as we walked, she told us about the different healing qualities that each plant has. “This plant is good for stress,” she would say, or “This one we use to get rid of bad energy.”

As someone who for a long time wanted to go into medicine, but recently has been much more interested in community health and even anthropology, the juxtaposition of a morning providing western medicine and an afternoon of being taught about medicinal plants was perfect. Our time here is not based on a “we will rescue you” mindset. We are not here to “save” anyone. Instead, we are here to cultivate mutual respect and admiration. We are also here to learn. The people who invite us into their communities give just as much to us as we give to them, and one of the most important things we do here is honor the exchange of knowledge and respect their well-founded traditions. I hope that the doctors that were here during this trip realized the importance of traditional medicine and were inspired to learn more. The communities here have adapted the most helpful medical practices of more than one culture. I have already learned an incredible amount about medicine that I can use going forward, and I hope to learn more from these new ways of understanding healing medicine.

 

An Ecuadorian women showing a medicinal plant that helps individuals when they are out of breath

Por  Joanna Caldwell

Durante uno de mis primeros días trabajando con la Fundación Tandana, fui a una fundación en Otavalo con pocos pacientes, llamada Vista Para Todos, para ver al oftalmólogo. Los ojos de los pacientes abrasaban y picaban, el doctor les prescribió a cada uno de ellos la misma medicina, y también les recomendó que se lavaran su cara con agua de manzanilla. Yo quería saber qué era el segundo tratamiento, así que cuando llegué a casa, inmediatamente busqué la palabra y encontré el significado manzanilla. ¿Manzanilla? Pensé en mi, ¿Por qué el oftalmólogo recomendaría agua de manzanilla? Esta fue la primera experiencia que tuve con la combinación de medicina tradicional y occidental, algo muy notorio en el cuidado de la salud aquí en Otavalo, Ecuador, y en áreas circundantes.

Unas pocas semanas más tarde, me puse enferma de algo que diagnostiqué como la diarrea del viajero. Mi madre de acogida lo diagnosticó como «mal aire», del cual me había contagiado por trepar al árbol del aguacate sin pedir permiso. Por cierto, ahora que el árbol me conoce, puedo treparlo sin riesgo de contagiarme de mal aire.

Como residente en prácticas, estaba fascinada por la combinación entre tratamientos que provienen de ceremonias practicadas de antaño o de plantas medicinales utilizadas desde hace mucho tiempo, frente a tratamientos que provienen de la medicina occidental, muchos de los cuales han sido evaluados con ensayos clínicos, que pueden o no, aportar más evidencias que cientos de años de prácticas satisfactorias. Por ejemplo, para mi enfermedad, para ambas tomé Imodium, y me curó mi madre a través del método que implicaba frotar un huevo por todo mi cuerpo para absorber el mal aire, y terminaba escupiendo tres veces al huevo y dándole a ella una moneda, así no se le contagiaba el mal aire. La parte que para mí fue más intensa, fue que durante el proceso, ella se atragantaba y decía que tenía «mucho mal aire». Esta reacción física a algo que no podía ver o sentir, me aturdía. En aquel momento, me sentí culpable de que el mal aire hubiera afectado tan violentamente a mi madre, pero simplemente hice lo que se me dijo y descansé sin ver a nadie más esa noche. Por la mañana, me sentí mejor (aunque después de ese día y el resto de la semana pensé que había vuelto a coger el mal aire). Mi hermana de acogida me dijo que bebiera agüita de orégano, otro tratamiento para los problemas estomacales del que nunca había oído hablar. Después de mi búsqueda en internet, pensé: «creo en los poderes del té de orégano completamente» e incluso me lo hice unas pocas semanas atrás para problemas estomacales (a pesar de mi desinterés por el orégano y por el hecho de que hiciera que mi termo supiese a orégano durante dos semanas). El café con sabor a orégano no me deleita. No lo recomiendo.

Estuve bebiendo este café lleno de sabor, la misma semana que tuve mi tercer encuentro con la combinación de medicina tradicional y occidental. Aquí, tuvimos un grupo de médicos y otros voluntarios que iban a comunidades lejanas cada mañana, para ofrecer cuidado médico. Por la tarde, nos guió una mujer de unos cincuenta o sesenta años, y nos contó que uno de sus pacientes se había curado con hierbas que ella había recogido durante nuestra caminata por el bosque. Nos contó sobre su pasión por aprender la medicina que sus antepasados practicaban, y así como andaba, nos contaba las diferentes cualidades curativas que cada planta tenía. Decía: «esta planta es buena para el estrés» o «esta la utilizamos para deshacernos de la mala energía».

Como alguien que por un largo periodo de tiempo quiere entrar en medicina, pero recientemente se ha interesado más en la salud de la comunidad e incluso la antropología, la yuxtaposición de una mañana aportando medicina occidental y una tarde siendo enseñada sobre plantas medicinales, fue perfecta. Nuestro tiempo aquí no se basó en actitudes de «te rescataremos». No estamos aquí para «salvar» a nadie. En lugar de esto, estamos aquí para cultivar respeto mutuo y admiración. También estamos aquí para aprender. La gente que nos invitó a sus comunidades, nos dio tanto como nosotros les dimos a ellos, y una de las cosas más importantes que hacemos aquí, es apreciar el intercambio de conocimientos y respeto con sus tradiciones fundadas. Espero que los médicos que estuvieron aquí durante este viaje, se dieran cuenta de la importancia de la medicina tradicional y se inspiraran en aprender más. Aquí, las comunidades han adaptado las prácticas medicinales más útiles de más de una cultura. Ya he aprendido una cantidad increíble sobre medicina que puedo utilizar yendo hacia adelante y espero aprender más de estas nuevas maneras de comprender la medicina curativa.

Joanna (izquierda) con un miembro del personal de Tandana durante una vacación de voluntarios de la salud

Par Joanna Caldwell

Lors de l’un de mes premiers jours avec la Fondation Tandana, je suis allée dans un centre médical à Otavalo appelé Vista Para Todos, avec deux patients, pour consulter un ophtalmologiste. Les patients se plaignaient de sensations de brûlure des yeux accompagnées de démangeaisons. Le médecin leur prescrit le même médicament et recommanda également qu’ils se lavent le visage avec de l’ « agua de manzanilla. » Comme je voulais savoir ce que cela signifiait, je regardai la signification en rentrant chez moi et découvris que cela signifiait camomille. « Camomille ? » Je me mis à réfléchir. Pourquoi l’ophtalmologiste recommande t-il de l’eau de camomille ? C’était la première fois que j’assistais à la prescription d’un traitement combinant médecines traditionnelles et occidentales, un phénomène très important ici à Otavalo, en Ecuador et dans les régions avoisinantes.

Quelques semaines plus tard, je tombai malade. Je me diagnostiquai comme atteinte de la diarrhée du voyageur. La mère de mon hôte qualifia ma maladie de « mal aire » (mauvais air), que j’aurais attrapé en escaladant l’avocatier sans demander la permission. N’ayez crainte, maintenant que l’arbre s’est habitué à ma présence, je peux l’escalader sans risque d’attraper le «mal aire».

Étant stagiaire en santé, cela fût très intéressant d’assister à l’association de ces différentes formes de médecines avec d’un côté des traitements dont les origines sont anciennes (cérémonies ou plantes médicinales) et de l’autre des traitements prisés par la médecine occidentale, testés dans des cliniques. Les résultats de ces tests constituent-ils de meilleures preuves que des centaines d’années de pratique réussie? Ainsi, lorsque je tombai maladie, je pris de l’Imodium tout en étant soignée par ma mère. Elle frictionna un œuf sur mon corps, de manière à ce qu’il s’imprègne du mauvais air. Et, pour terminer le traitement  je crachai trois fois sur l’œuf et offris une pièce de monnaie, pour éviter qu’elle soit contaminée par ma maladie. Je fus frappé par deux choses: le fait que, pendant le traitement, ma mère se soit bâillonnée et qu’elle me dise atteinte de « mucha mal aire » (beaucoup de mauvais air). La réaction physique que j’éprouvais pour quelque chose d’invisible et d’imperceptible était bien réelle. Je me sentais coupable car mon mauvais air avait fortement impressionné ma mère. Je fis ce que l’on me demanda: je restai seule toute la nuit. Au matin, je me sentais bien mieux (bien que plus tard ce jour-là et le reste de la semaine je pense que avoir été de nouveau atteinte de mauvais air). Ma sœur d’accueil me dit de boire de « l’aguita de origan », un autre traitement pour les maux d’estomac, dont je n’avais jamais entendu parler. Après avoir fait des recherches sur Internet, j’ai complétement confiance dans les pouvoirs de thé à l’origan. J’en ai même fait il y a quelques semaines pour soigner mes problèmes d’estomac (malgré mon indifférence pour l’origan et le fait qu’il parfume mon thermos pour plusieurs jours). Le gout d’origan dans le café n’est pas ma tasse de thé. Je ne vous le recommande pas.

Je buvais ce même savoureux café, lorsque je fis pour la troisième fois l’expérience de la combinaison de la médecine traditionnelle et occidentale. Nous avions un groupe composé de médecins ainsi que d’autres bénévoles et nous rendions visite à des communautés éloignées, tous les matins, pour offrir des soins médicaux. Un l’après-midi, une femme d’environ 50 ou 60 ans nous parla de l’un de ses patients qu’elle avait guéri grâce à des herbes cueillies pendant notre randonnée dans les bois. Elle nous parla de sa passion pour l’apprentissage de la médecine pratiquée par ses ancêtres, et pendant que nous marchions, elle nous expliqua les bienfaits de chaque plante. « Cette plante est bonne pour le stress », nous dit-elle, ou encore « celle-ci nous permet de vous débarrasser de la mauvaise énergie. »

J’ai, depuis longtemps, souhaité étudier la médecine, mais, récemment, j’ai développé un intérêt pour la santé communautaire et l’anthropologie. Étudier le matin la médecine occidentale et l’après-midi les plantes médicinales fut donc parfait pour moi. Le temps que nous passons ici ne doit pas être limité à une fonction salvatrice.  Car «sauver» les gens n’est pas la raison de notre visite. Nous sommes ici pour cultiver l’admiration et le respect mutuel. Nous sommes ici pour apprendre. Ces personnes qui nous invitent dans leurs communautés  nous apporte autant que nous leurs apportons, et il est important que nous honorerions cet échange de connaissances et que nous respections leurs traditions. J’espère que les médecins qui étaient ici au cours de ce voyage se sont rendu compte de l’importance de la médecine traditionnelle et qu’ils chercheront à savoir plus. Ces communautés ont enrichi leurs pratiques médicales multiculturelles, au fil du temps. J’ai beaucoup appris sur la médecine que je souhaite utiliser plus tard, et j’espère continuer mon apprentissage grâce à ces nouvelles perspectives.

Joanna (à gauche) avec un bénévole pendant les vacances de bénévoles en soins de santé

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