Its not work, it’s a lifestyle

I had been walking among indigenous communities and people of many different hues for some years when one day, on the slopes of the Tayta Imbabura, I crossed paths with a Yachak of the Kichwa Otavalo nationality who told me: “You have to plant seeds, wherever you step, wherever you go. You have to plant seeds. Always leave something of you wherever you go, and let others plant seeds in you wherever you go.”
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No es trabajo, es un estilo de vida

Llevaba algunos años caminando entre comunidades indígenas y personas multicolores cuando un día, en las faldas del Tayta Imbabura, la vida me cruzó con un Yachak de la nacionalidad kichwa Otavalo, quien me dijo: hay que sembrar, donde pises, a donde vayas, hay que sembrar. Deja siempre algo de ti a donde vayas y deja que siembren en ti a donde vayas.

Casi la mayor parte de mi vida profesional ha estado unida a los pueblos que por muchos siglos fueron olvidados como parte de la historia que edificó este país. En las escuelas ecuatorianas siempre nos contaron una versión diferente a la realidad con la que me topé al llegar a esas comunidades donde todo era simple, “básico”.

En cada comunidad, en cada familia la vida se había vuelto un abrir mis ojos a una realidad distinta a la mía, una realidad que desconocía a pesar de ser parte del país en el que nací. Era tan poco lo que yo conocía sobre todas esas personas y su forma de vida que había momentos en los que me sentía decepcionada de mi misma, de mi educación, de mi realidad. ¿Cómo podía desconocer y ser tan ajena a una realidad que se vivía en este país tan chiquito?, cómo pude haber creído lo que un día en la escuela me enseñaron? Una historia de prejuicios y discriminación que decía que todo aquel distinto a mi, era menos que yo.

A sido a través de Fundación Tandana que he podido ir descubriendo con detenimiento, a diario, un mundo de sabiduría y relaciones basadas en la armonía entre los seres humanos y su entorno; he tenido la oportunidad de conocer todos los lados de la cultura en cada una de las comunidades con las que nos relacionamos; relacionarme con personas diversas con las que mi vida en Otavalo ya no es sencillamente trabajo de 8 horas diarias, sino de compartir cotidianidades y ser parte de sus familias, de sus hogares, de sus comunidades. Con su legado de 13 años, Tandana es en los ojos de los comuneros un ser que vive y da, que respira y ayuda desinteresadamente.

Llegar a Fundación Tandana fue empezar a vivir el día a día con todas esas enseñanzas que se habían sembrado en mi y en el transcurso de los días ir sintiendo que eso que comenzó como un trabajo se había vuelto mi estilo de vida. Vivir con estas personas, ser parte de sus familias y crear vínculos fraternos me permitió quitarme esa venda de todo lo que un día me enseñaron y poder resetear mi mente y sobre todo mi corazón.

Cuando repentinamente la vida te pone enfrente un nuevo empleo resulta que los retos son grandes. Adaptarse a un nuevo espacio, nuevos compañeros, nuevas políticas. El cambio es para todos más complejo de lo que a veces nos gustaría aceptar, sin embargo, si bien ha sido un gran reto, ser parte de una organización con cimientos y valores claros que ha podido dejar en cada comunidad una relación no de dependencia, sino de colaboración, hizo que yo repiense la idea de “trabajo”.

¿Cada día, cada responsabilidad, cada tarea que había que cumplir, era en realidad un trabajo para mí? ¿Esas personas con las que me iba relacionando y que me iban dando un espacio en sus vidas, era eso trabajo?. Ahora puedo decir que no. Era mi vida. Es lo que me llena y me lleva a recordar a diario que somos humanos y vivimos en comunidad. Somos codependientes y nos damos la mano. Eso es Tandana.

Somos un equipo, no de trabajo, de vida. Somos el poder darnos la mano entre todos, staff y comunidades, somos todos parte de un estilo de vida que decidimos vivir. Un estilo de vida en el que nos permitimos sembrar y que siembren en nosotros. Ir a la cama después de una comida y risas en Gualapuro; volver a casa después de un baile en La Banda con la gente y los voluntarios para recordarnos que el trabajo en equipo construye más rápido y mejor; almorzar en pampa mesa en Cutambi con los wawas, sus papas y los profesores después de haber pintado la casa comunal; cerrar la tarde después de jugar carnaval en Agualongo como parte de las fiestas de Pawkar Raymi, todos mojados y llenos de tinturas naturales. Un estilo de vida que nos permite mirar en el otro lo que nosotros también somos, relaciones fraternales.

Entonces, no, más allá de un trabajo, Fundación Tandana es la representación y encarnación de un estilo de vida en el que priman las relaciones que construimos, los hogares a los que llegamos y las enseñanzas que sembramos y que siembran en nosotros. Tandana es el “randi-randi”, ese movimiento cosmovisional en que la vida te enseña que dar y recibir es un estilo de vida. No son palabras o discursos, para todos en Tandana el dar y recibir es la práctica, por consiguiente, es nuestro estilo de vida.

No me queda sino agradecer a todos aquellos que estuvieron y fueron antes de mi; a quienes fundaron Tandana y ahora a cada uno que la mantenemos viva. Sobre todo, al equipo de vida, extraordinario y dedicado en Ecuador, que escogieron un estilo de vida por sobre un trabajo. Gracias por ser el respiro de vida para que Fundación Tandana no sea un discurso sino una práctica que conjuga pasión y humildad en todas sus acciones.

Y a todos ustedes, que leen esta pequeña reflexión o como la llamo yo, mi enseñanza de vida, espero poder entregarles un poquito de la magia que envuelve a esta organización. Fundación Tandana es un estilo de vida y para nosotros es un honor poder compartir con ustedes estos detalles que nos hacen una familia, con altibajos, pero sin duda alguna un equipo excepcional.

Por María José Arellano M., Ecuador Program Manager

English

It´s not work, it´s a lifestyle

I had been walking among indigenous communities and people of many different hues for some years when one day, on the slopes of the Tayta Imbabura, I crossed paths with a Yachak of the Kichwa Otavalo nationality who told me: “You have to plant seeds, wherever you step, wherever you go. You have to plant seeds. Always leave something of you wherever you go, and let others plant seeds in you wherever you go.”

Almost all of my professional life has been linked to the communities that for many centuries were forgotten as part of the history that built this country. In Ecuadorian schools, they always told us a different version of the reality that I stumbled upon when I arrived in those communities where everything was simple, “basic.”

In each community, in each family, life had become an opening of my eyes to a reality different from mine, a reality that I did not know despite being part of the country in which I was born. There was so little I knew about all of these people and their way of life that there were times when I felt disappointed in myself, in my education, in my reality. How could I be unaware of, and feel so distant from, a reality that was lived in this very small country? How could I have believed what one day at school they taught me? A history of prejudice and discrimination that said that everyone other than me was less than me.

It has been through The Tandana Foundation that I have been able to discover, on a daily basis, a world of wisdom and relationships based on harmony between human beings and their environment. I have had the opportunity to get to know all sides of the culture in each of the communities with which we interact- interacting with diverse people with whom my life in Otavalo is no longer simply working eight hours a day, but sharing daily life and being part of their families, their homes, their communities. With its 13-year legacy, Tandana is, in the eyes of the community members, a being who lives and gives, who breathes and helps selflessly.

Arriving at the Tandana Foundation meant starting to live day to day with all those teachings that had been planted in me and over the course of the days feeling that what started as a job had become my lifestyle. Living with these people, becoming part of their families and creating familial ties allowed me to remove that blindfold from everything I had been taught and to be able to reset my mind and especially my heart.

When life suddenly confronts you with a new job, it turns out that the challenges are great. Adapting to a new space, new colleagues, new policies. The change is more complex for everyone than we would sometimes like to accept. Still, for however great a challenge it has been, being part of an organization with clear foundations and values ​​that has left in each community not a dependent relationship, but one of collaboration, has made me rethink the idea of ​​”work.”

Was every day, every responsibility, every task that had to be done really a job for me? Those people with whom I was establishing relationships and who were giving me a space in their lives, was that work? Now I can say, “No.” It was my life. It is what fills me and leads me to remember daily that we are human and live in community. We are interdependent, and we extend a hand to one another. That is Tandana.

We are a team, not of work, but of life. We are the power to extend a hand to everyone, staff and communities. We are all part of a lifestyle that we decided to live. A lifestyle in which we allow ourselves to plant and to have seeds planted in us. Go to bed after a meal and laugh in Gualapuro; come home after a dance in La Banda with the people and volunteers to remind us that teamwork builds everything faster and better; have lunch on a community table in Cutambi with the wawas, their parents, and the teachers after having painted the community center; finish off the afternoon after playing carnival in Agualongo as part of the Pawkar Raymi festivities, all wet and covered in natural dyes. A lifestyle that allows us to see in the other what we also are: members of the family.

So, no, much more than a job, The Tandana Foundation is the representation and embodiment of a lifestyle in which the relationships that we build, the homes that we reach, and the teachings that we plant and that are planted in us prevail. Tandana is the “randi-randi,” that movement which is a worldview in which life teaches you that giving and receiving is a way of life. Those are not mere words or speeches; for everyone in Tandana, giving and receiving is the practice. Therefore, it is our lifestyle.

The most I can do is to give thanks to all those who lived and who went before me, to those who founded Tandana, and now to each one that keeps it alive. Above all, the extraordinary and dedicated life team in Ecuador, who chose a lifestyle over a job. Thank you for being the breath of life so that Fundación Tandana is not mere words, but a practice that combines passion and humility in all of its actions.

And to all of you reading these brief reflections or, as we call them, my life lessons, I hope I have been able to give you a little of the sense of magic that envelops this organization. Tandana Foundation is a lifestyle, and for us it is an honor to share with you these details about what makes us a family, with highs and lows, but without a doubt an exceptional team.

By María José Arellano, Ecuador Program Manager

Français

Ce n’est pas du travail, c’est un style de vie

Je marchais parmi les communautés autochtones et les gens de différentes teintes depuis quelques années quand un jour, sur les pentes de la Tayta Imbabura, j’ai croisé un Yachak de la nationalité Kichwa Otavalo qui m’a dit: «Il faut planter des graines, où que vous alliez. Vous devez planter des graines. Laissez toujours quelque chose de vous partout où vous allez et laissez les autres planter des graines en vous partout où vous allez. »

Presque toute ma vie professionnelle a été liée aux communautés qui pendant des siècles ont été oubliées dans le cadre de l’histoire qui a bâti ce pays. Dans les écoles équatoriennes, ils nous ont toujours dit une version différente de la réalité sur laquelle je suis tombé quand je suis arrivé dans ces communautés où tout était simple, “basique”.

Dans chaque communauté, dans chaque famille, la vie était devenue une ouverture de mes yeux sur une réalité différente de la mienne, une réalité que je ne connaissais pas malgré mon appartenance au pays dans lequel je suis né. Il y avait si peu de choses que je connaissais de toutes ces personnes et de leur mode de vie qu’il y avait des moments où je me sentais déçu de moi-même, de mon éducation, de ma réalité. Comment pourrais-je ignorer et me sentir si éloigné d’une réalité vécue dans ce tout petit pays? Comment aurais-je pu croire ce qu’un jour à l’école ils m’ont appris? Une histoire de préjugés et de discrimination qui disait que tout le monde autre que moi était moins que moi.

C’est grâce à la Fondation Tandana que j’ai pu découvrir, au quotidien, un monde de sagesse et de relations basées sur l’harmonie entre l’homme et son environnement. J’ai eu l’occasion de connaître toutes les facettes de la culture dans chacune des communautés avec lesquelles nous interagissons – interagir avec des personnes diverses avec lesquelles ma vie à Otavalo ne consiste plus simplement à travailler huit heures par jour, mais à partager la vie quotidienne et faire partie de leur famille, de leur maison, de leur communauté. Avec son héritage de 13 ans, Tandana est, aux yeux des membres de la communauté, un être qui vit et donne, qui respire et aide de façon altruiste.

Arriver à la Fondation Tandana signifiait commencer à vivre au jour le jour avec tous ces enseignements qui avaient été plantés en moi et au fil des jours, sentir que ce qui avait commencé comme un travail était devenu mon style de vie. Vivre avec ces personnes, faire partie de leur famille et créer des liens familiaux m’ont permis de retirer ce bandeau de tout ce qu’on m’avait appris et de pouvoir réinitialiser mon esprit et surtout mon cœur.

Lorsque la vie vous confronte soudainement à un nouvel emploi, il s’avère que les défis sont grands. S’adapter à un nouvel espace, de nouveaux collègues, de nouvelles politiques. Le changement est plus complexe pour tout le monde que nous ne voudrions parfois l’accepter. Pourtant, pour un défi de taille, le fait de faire partie d’une organisation avec des fondations et des valeurs claires qui a laissé dans chaque communauté non une relation de dépendance, mais une relation de collaboration, m’a fait repenser l’idée de «travail».

Chaque jour, chaque responsabilité, chaque tâche à accomplir était-elle vraiment un travail pour moi? Ces gens avec qui j’établissais des relations et qui me donnaient un espace dans leur vie, était-ce du travail? Maintenant, je peux dire «non». C’était ma vie. C’est ce qui me remplit et me fait me souvenir quotidiennement que nous sommes humains et vivons en communauté. Nous sommes interdépendants et nous tendons la main. C’est Tandana.

Nous sommes une équipe, pas de travail, mais de vie. Nous avons le pouvoir de tendre la main à tout le monde, au personnel et aux communautés. Nous faisons tous partie d’un style de vie que nous avons décidé de vivre. Un mode de vie dans lequel nous nous permettons de planter et d’avoir des graines plantées en nous. Allez vous coucher après un repas et riez à Gualapuro; rentrer à la maison après une danse à La Banda avec les gens et les bénévoles pour nous rappeler que le travail d’équipe construit tout plus vite et mieux; déjeuner sur une table de pampa à Cutambi avec les wawas, leurs parents et les enseignants après avoir peint la maison communale; terminer l’après-midi après avoir joué au carnaval à Agualongo dans le cadre des festivités Pawkar Raymi, toutes humides et pleines de teintures naturelles. Un style de vie qui nous permet de voir dans l’autre ce que nous sommes aussi: les membres de la famille.

Donc, non, bien plus qu’un travail, la Fondation Tandana est la représentation et l’incarnation d’un style de vie dans lequel les relations que nous construisons, les maisons que nous atteignons et les enseignements que nous plantons et qui sont plantés en nous prévalent. Tandana est le «randi-randi», ce mouvement qui est une vision du monde dans laquelle la vie vous apprend que donner et recevoir est un mode de vie. Ce ne sont pas de simples mots ou discours; pour tout le monde à Tandana, donner et recevoir est la pratique. C’est donc notre style de vie.

Tout ce que je peux faire, c’est remercier tous ceux qui ont vécu et qui m’ont précédé, ceux qui ont fondé Tandana et maintenant chacun qui la maintient en vie. Surtout, l’équipe de vie extraordinaire et dévouée de l’Équateur, qui a choisi un style de vie plutôt qu’un emploi. Merci d’être le souffle de vie pour que la Fundación Tandana ne soit pas de simples mots, mais une pratique qui allie passion et humilité dans toutes ses actions.

Et à vous tous qui lisez ces brèves réflexions ou, comme nous les appelons, mes leçons de vie, j’espère avoir pu vous donner un peu du sens de la magie qui enveloppe cette organisation. La Fondation Tandana est un style de vie, et pour nous, c’est un honneur de partager avec vous ces détails sur ce qui fait de nous une famille, avec des hauts et des bas, mais sans aucun doute une équipe exceptionnelle.

Par: María José Arellano, responsable du programme Équateur

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