Planting seeds, growing friendships

You won’t find Motilón Chupa on Google Maps. This indigenous Kichwa community high in the Andes in the far reaches of Imbabura Province of Ecuador is literally and figuratively at the end of the road. The community is a tight-knit group of people, living in isolated small houses on steep hillsides with no public buildings other than the elementary school.
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I went there recently with the Ohio State University Master Gardener Program on a volunteer project in conjunction with the Tandana Foundation. Although Tandana has provided scholarships, medical relief, and supported community initiatives for over 10 years in the province, this was the first time they’d worked on a project (apart from medical care) with this particular community. Our three days in Motilón Chupa were spent working side by side with the men and boys of the community, followed by a pambamesa (a traditional communal meal that everyone contributes to) which we ate with our hands from the piles of food that were placed on blankets spread on the ground. It was an opportunity to connect with resolute people, experience life in rural Ecuador, appreciate all they are able to do with few resources, and contribute in a small way to their dreams.

It was almost symbolic that there had been a landslide near our destination that prevented the bus from getting all the way to the school. To overcome this, the community members were solving the problem themselves. When we arrived, there were two men and three young boys working away at the edge of the huge pile of moist earth and rock with mattocks and shovels, tossing it over the precipice. Once we had hiked the 10 minutes to the school, some people started preparing the narrow strips of flat land around the building to plant vegetables while others hauled small grafted fruit trees down the steep hill in wheelbarrows or in their arms to where we’d plant them later in the week. We spent three mornings trudging up and down the mountain (a lung-searing venture at 8,000 ft. altitude), clearing brush, planting fruit trees, and developing the vegetable garden, working alongside the community members.

On other days we weeded a field interplanted with corn, runner beans and fava beans, and the last day worked in the garden at an elementary school for children with mental and physical disabilities. In the afternoons we had a chance to be immersed in the local culture and enjoy breathtaking scenery. We visited the famous Otavalo market; took a cooking class at Kawsaymi Cooking School; celebrated the Andean tradition of pachamanca at Pakarinka, a family cooperative that is dedicated to preserving their Andean Kichwa culture; and took one whole day to drive a LONG way on rutted, rocky dirt roads to visit the Reserva Ecológica El Ángel to hike through the forest of slow-growing endemic Polylepis incana trees, that are thousands of years old and one of the highest naturally occurring trees in the world (along with the conifers of the Himalayan Mountains) generally found at elevations of 11,500 to 16,500 ft. We also saw frailejón in the adjacent páramo, a plant in the sunflower family (Espeletia pycnophylla) with a thick trunk topped with succulent hairy leaves in a dense rosette, yellow daisy flowers, and the dead leaves retained on the trunk to help protect it from the cold.

At the end of the trip we each received a t-shirt with a slogan in Kichwa on the back that sums up the trip perfectly: Yachakunkapa shamuni. Yanapankapa shamuni. Mashikunami kanchik tukuykuna. meaning roughly “I come to learn. I come to help. We are all friends.”

By: Susan Mahr, Master Gardener Program Coordinator at the University of Wisconsin

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Sembrando semillas, cultivando amistades

No encontrarás Motilón Chupa en Google Maps. Esta comunidad indígena Kichwa, alto en los Andes, en los alcances lejanos de la provincia de Imbabura en Ecuador, está literalmente y figurativamente al final del camino. La comunidad es un grupo de personan unidas, que viven en pequeñas casas aisladas en laderas empinadas, sin edificios públicos aparte de la escuela primeria.

Fui allí recientemente con el programa Master Gardener de la Universidad Estatal de Ohio en un proyecto voluntario en conjunto con la Fundación Tandana. A pesar de que Tandana ha proporcionando becas, asistencia medica, y a apoyado iniciativas comunitarias durante más de 10 años en la provincia, está fue la primera vez que trabajó en un proyecto (aparte del la atención medica) con esta comunidad en particular. Nuestros tres días en Motilón Chupa los pasamos trabajando hombro a hombro con los hombres y niños de la comunidad, seguidos por un pambamesa (una comida comunal tradicional a la que todos contribuyen) que comimos, con nuestros manos, de las pilas de comida que se pusieron en frazadas extendidas en el suelo. Fue una oportunidad para conectarnos con las personas resueltas, experimentar la vida en Ecuador rural, apreciar todo lo que pueden hacer con pocos recursos y contribuir de una manera pequeña a sus sueños.

Fue casi simbólico que hubo un derrumbe cerca de nuestro destino que impidió que el autobús llegara a la escuela. Los miembros de la comunidad resolvieron el problema ellos mismos. Cuando llegamos, había dos hombres y tres muchachos trabajando lejos en el borde de un gran montón de tierra húmeda y roca con azadones y palas, tirándola sobre el precipicio. Una vez que habíamos caminado los 10 minutos hasta la escuela, algunas personas empezaron a preparar las tiras angostas de tierra plana alrededor del edificio para plantar vegetales mientras otros acarreaban arboles frutales injertados por la cuesta empinada en carretillas o en sus brazos hasta donde los plantaríamos más tarde en la semana. Pasamos tres mañanas caminando arduamente arriba y abajo de la montaña (una aventura que quema los pulmones a 8.000 pies de altitud), quitando matorral, plantando arboles frutales, y desarrollando el huerto, trabajando junto a los miembros de la comunidad.

En otros días desmalezamos un campo intercalado con maíz, frijoles ayocotes y frijoles habas, y en el ultimo día trabajamos en el jardín en una escuela primaria para niños con discapacidades mentales y físicas. Por las tardes tuvimos la oportunidad de estar inmersos en la cultura local y disfrutar paisajes impresionantes. Visitamos el mercado famosa de Otavalo; tomamos una clase de cocina en la escuela de cocina Kawsaymi; celebramos la tradición andina de la pachamanca en Pakarinka, una cooperativa familiar que se dedica a preservar su cultura andina Kichwa; y tomamos un día entero para conducir un camino LARGO en caminos de tierra rocosos con surcos para visitar la Reserva Ecológica El Ángel y caminar por el bosque de Polylepis incana arboles endémicos de crecimiento lento, que tienen miles de años y son uno de los arboles que crecen a mayor altitud en el mundo (junto con las coníferas de las montañas de Himalaya) generalmente se encuentren en altitudes de 11.500 a 16.500 pies. También vimos frailejón en un páramo adyacente, una planta de la familia del girasol (Espeletia pycnophylla) con un tronco grueso cubierto con hojas suculentas peludas en una roseta densa, flores amarillas de margarita y hojas muertas retenidas en el tronco para ayudar a protegerlo del frío.

Al final del viaje, cada uno de nosotros recibió una camiseta con una frase en Kichwa que resume perfectamente el viaje: Yachakunkapa shamuni. Yanapankapa shamuni. Mashikunami kanchik tukuykuna. Lo que significa aproximadamente “Vengo a aprender. Vengo a ayudar. Somos todos amigos.”

Por: Susan Mahr, coordinadora del programa Master Gardener en la Universidad de Wisconsin

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Semence de graines, amitiés croissantes

 

Vous ne trouverez pas Motilon Chupa sur Google Maps. Cette communauté indigène Kichwa située  dans les hauteurs des montagnes des Andes, dans les extrémités de la province d’Imbura en Equateur est au sens propre comme au figuré au bout de la route. Cette communauté est un groupe d’individus soudés vivant dans de petites maisons isolées sur des flancs escarpés des montagnes sans aucun bâtiment public autre que celui de l’école primaire.

J’y suis récemment allé avec le Programme de Maitrise en Horticulture de l’Université d’Etat d’Ohio sur un projet de bénévolat en collaboration avec la Fondation Tandana. Ainsi, le projet Tandana a fourni les bourses d’études, les soins médicaux et des initiatives de soutien de la communauté pendant plus de 10 ans dans la province. C’était la première fois qu’ils avaient travaillé sur un projet (à l’exception des soins médicaux) avec cette communauté particulière. Nos trois jours passés à Motilon Chupa à travailler côte à côte avec les hommes et les jeunes garçons de la communauté – suivi par un pambamesa (un repas traditionnel propre à la communauté auquel tout le monde participe pour la préparation) que nous avons mangé avec nos mains à partir de plusieurs variétés de nourritures qui étaient étalées sur des nattes à même le sol – était une opportunité de se connecter avec ces personnes déterminées, expérimenter la vie dans le milieu rural en Equateur and apprécier tout ce dont ils étaient capables d’accomplir avec très peu de ressources et enfin participer modestement à leurs rêves.

C’était presque symbolique qu’il y avait un glissement de terrain près de notre destination qui empêchait le bus de se rendre à l’école. Pour surmonter cela, les membres de la communauté avaient résolu le problème par eux-mêmes. Lorsque nous sommes arrivés, il y avait deux hommes et trois jeunes garçons qui travaillaient loin au bord d’un énorme tas de terre humide et de pierre à l’aide de pioches et de pelles pour les jeter au-dessus du ravin. Une fois nous avons parcouru les dix minutes à l’école, quelques personnes ont commencé à préparer des bandes étroites de terrain plat autour du bâtiment pour planter les légumes, pendant que d’autres transportaient de petits arbres à fruits greffés sur la colline escarpée dans les brouette ou dans leurs bras vers là où nous les planterions plus tard dans la semaine. Nous avons passé trois matinées à arpenter de haut en bas la montagne (une escalade exténuant de 3000 mètres d’altitude), dégager la broussaille, planter des arbres fruitiers, installer des potagers, travailler aux côtés des membres de la communauté.

D’autres jours nous désherbions un champ multiculture de maïs, de haricots à rames et de fèves. Et le dernier jour nous avons travaillé dans le jardin de l’école primaire pour les enfants vivant avec des handicaps physiques et mentaux. Pendant les soirées, nous avons eu une chance d’être en immersion dans la culture locale et profiter des paysages à couper le souffle. Nous avons visité le fameux marché d’Otavalo, pris des cours de cuisine à l’Ecole de Cuisine de Kawsaymi, célébré le festival traditionnel andin de Pachamanca à Pacarinka, une coopérative familiale dédiée à la préservation de leur culture andine Kichwa. Nous avons aussi pris une journée entière pour conduire sur un long chemin jonché de trous, de routes rocailleuses pour visiter la Reserva Ecologica El Angel en vue de se promener dans la forêt endémique à croissance lente des Polylepsis incana, des arbres qui ont plus de 1000 ans et un des arbres naturels le plus haut au monde (de même que les conifères des montagnes de l’Himalaya) généralement situé une hauteur de 3000 à 5000 mètres. Nous avons aussi vu les frajlejon dans le paramo, une plante de la famille des tournesols (Espeletia pycnophylla) avec un tronc épais surmonté par de succulentes feuilles poilues dans une rosette dense, des marguerites jaunes et des feuilles mortes retenues sur le tronc pour aider à le protéger du froid.

A la fin du voyage, nous avons chacun reçu un t-shirt avec un slogan en Kichwa sur le dos ce qui a parfaitement résumé le voyage : Yachakunkapa shamuni. Yanapankapa shamuni. Mashikunami kanchik tukuykuna, ceci signifie à peu près “Je suis venu apprendre. Je suis venu aider. Nous sommes amis.”

Par Susan Mahr, Coordonnatrice du Programme de Maîtrise en Horticulture à l’Université du Wisconsin

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