Learning by Doing: An Internship with Tandana

Camille6By Camille Greenfield

I must say it is hard to pick one moment that best describes my time with Tandana, as a part of the horticultural internship. However, there is one memory in particular that occurred in the first few weeks, which would have a major impact on my future projects.

My host family had quickly picked up on my love of plants/nature in general and proposed to go on a family hike. There was much talk about this walk and on each occasion, it was discussed the time of departure was bumped up and anxiousness was palpable. I believed that with the excitement to go on the walk and slightly longer legs, I would be able to make it.

We left at the crack of dawn, bringing snacks for the journey. We walked up to the next community of Larcacunga, which consisted of an hour-long uphill battle, but be assured this was not technically part of the hike. It was merely a side trip to pick up a few more family members to then continue to the real journey.

This hike took place during the wet season, therefore the path greeted us with sheets of slippery mud, taking one step forward and slipping two steps backward. The further we climbed, the more the environment started to change. The trees grew inwards, leaving a wet and moist environment, perfect for moss to grow. In between moments of catching my breath, I noticed my host mom searching through the roots of a plant. I thought she might have dropped something of value and was looking for it. However, only a few meters further, I saw her searching again in the same type of plant, whispering under her breath “esta tierna” (it is unripe), in disappointment. Later on, I found out she was searching for ripe roots to then “chupar” (suck on). Moments later, having been looking down at my feet, I realized that someone had passed me an orchid bulb. My initial thought was to put this beautiful specimen in my bag for safe keeping. The whole group stopped as I reached for my bag, and explained to me that this was yet again meant to be “chupado” (sucked on).

As we reached the top of the mountain, there was more and more chatter about a certain edible delicious plant, called “mortiños” (blueberries). It seemed that the search for this plant was giving the family stamina to pursue this hike. The way they described the plant’s berries, I was automatically given a boost of energy as well. Upon reaching the top of the mountain covered in moss, it now seemed quite normal that my host uncle would climb a tree and shake down piles of miniature oranges. In seconds, my host aunt screamed out, as she had found bushes and small trees of the famous mortiños. Plastic bags started to appear from nowhere, an essential item that one must always carry in the world of Otavalo. Bags were filled to the brim, and overflowing fruits were then stuffed into each other’s mouths. In moments, laughs and giggles were halted, as the neblina (fog) started to engulf us and it was obvious we would need to get home.

Camille’s host uncle

Soon, we were informed by our master guide, host dad, that the group was lost and with this setting neblina (fog), it was 100% likely we would be drenched by the time we would make it home. We slipped and quite literally slid down the hills, with the moss breaking our falls. Through jungly twines and dead branches we swung ourselves over and under vegetation. Finally, we landed on a path that looked like it might have been previously walked on. And we were back on our tracks to home, drenched all the way through, but with smiles and red stains on our lips and fingers.

At moments where oxygen flowed back to my brain, and I was able to formulate coherent thoughts, my mind started to run wild of how I wanted to learn everything that one could about these wild edible plants. I wanted to also be able to run around mountains and pull on trees and eat their sweet fruits and berries. And so I did. I also did the same with medicinal plants that an untrained eye would see as pesky roadside weeds. My project was set.

Before starting our internships and fellowships, Tandana prepares us by asking volunteers one simple question, what is your goal whilst you are here? There could be a series of answers; creating a close bond with your indigenous host family, learning about the culture, improving your Spanish, etc. My goal was to learn about plants in the area and understand their relationship to the community. Having a horticultural background instead of an agricultural background, it was incredible to go past the different foods that are cultivated from Australia to Ecuador, such as yucas and okas (tuberous potato-like vegetables that are unknown in my country). From there, I started a medicinal and wild edible plant club at Saminay, a progressive school that hopes to be self-sustained with the food cultivated on their land.

La tía anfitriona de Camille, la madre anfitriona de Camille, el padre anfitrión de Camille y el tío anfitrión de Camille

Por Camille Greenfield.

Debo decir que me resulta muy duro escoger el momento que mejor describe el tiempo que pasé con Tandana como parte de mi pasantía en horticultura. Sin embargo, hay un recuerdo en particular, que sucedió en las primeras semanas y que tendría un impacto en mis proyectos futuros.

Mi familia anfitriona enseguida se dio cuenta de mi amor por las plantas y la naturaleza en general, y propuso una excursión de senderismo en familia. Se habló mucho sobre ello y en cada ocasión que conversábamos la hora de salida se adelantaba y se podía palpar el nerviosismo. Pensé que con la emoción de la excursión y mis piernas ligeramente más largas de lo normal, sería capaz de ello.

Salimos al amanecer, con abio para el viaje. Subimos hasta el siguiente pueblo  Larcacunga, que consistía en una lucha de una hora cuesta arriba, pero te puedo asegurar que técnicamente ésta no era parte de nuestra excursión. Era simplemente un trayecto adicional para recoger a otros miembros familiares y así continuar el viaje real.

Esta caminata tuvo lugar durante la temporada lluviosa; por lo tanto, el camino nos recibió con zonas de barro resbaladizo, dando un paso adelante y retrocediendo dos hacia atrás. Cuanto más arriba ascendíamos, más cambiaba el ambiente. Los árboles crecían hacia dentro, dejando un ambiente húmedo y lluvioso. Entre momentos para recuperar el aliento, noté que mi mamá de acogida buscaba algo entre las raíces de una planta. Pensé que se le había caído algo de valor y lo estaba buscando. Sin embargo, unos metros más adelante, la vi buscando de nuevo en el mismo tipo de planta, murmurando decepcionada “está tierna”. Después descubrí que buscaba raíces maduras para así  “chuparlas”. Momentos más tarde, mirándome los pies, me di cuenta de que alguien me había pasado un bulbo de orquídea. Al principio pensé en guardar este espécimen tan precioso en mi bolso. Mientras me lo guardaba todo el grupo se detuvo y me explicó que éste era solo para chuparlo.

Mientras alcanzábamos la cima de la montaña, charlábamos cada vez más sobre cierta planta comestible y deliciosa llamada “mortiño”. Daba la impresión de que la búsqueda de esta planta animaba a la familia a continuar este viaje. La manera en que me describieron los frutos rojos de esta planta, me dio una inyección de energía también a mí. Tras alcanzar la cima cubierta de musgo, parecía normal que mi tío anfitrión trepase a un árbol y sacudiese montones de naranjas pequeñas. En cuestión de segundos, mi tía anfitrión dio un grito, ya que había encontrado arbustos y arbolillos con los famosos mortiños. Empezaron a aparecer bolsas de plástico como por arte de magia, un artículo primordial que uno debe siempre llevar consigo en el mundo de Otavalo. Las bolsas se llenaban hasta rebosar y las frutas sobrantes se ponían en la boca de cada uno de nosotros. Al poco rato, dejamos a un lado las risas y carcajadas ya que la neblina comenzaba a cubrirnos y era obvio que debíamos regresar a casa.

Mortiño

Luego, nuestro experto guía (mi papá anfitrión) nos informó que el grupo estaba perdido y con esta neblina encima de nosotros había un 100% de posibilidad de que para cuando llegáramos a casa estuviéramos empapados. Nos resbalamos y deslizamos, literalmente, con el musgo frenando nuestras caídas. Con el uso de cuerdas y ramas muertas nos movíamos por arriba y abajo de la vegetación. Finalmente, acabamos en un camino que recordábamos haberlo caminado antes y nos puso en la dirección correcta hacia casa, empapados pero sonriendo y con manchas coloradas en nuestros labios y dedos de la mano.

Por momentos, cuando el oxígeno volvía a mi cerebro y podía expresarme coherentemente, mi mente empezó a descontrolarse porque ansiaba aprender todo de una vez sobre las plantas silvestres comestibles. También quería correr por las montañas y arrancar los árboles para comer sus dulces frutas; y así lo hice.  Hice lo mismo con las plantas medicinales que cualquier ojo inexperto vería como maleza de carretera.

Antes de iniciar nuestra pasantía, Tandana nos prepara formulando a los voluntarios una sencilla pregunta: ¿cuál es tu objetivo durante tu estancia? Se podrían responder varias cosas como: crear un vínculo cercano con tu familia anfitriona, aprender una cultura nueva, mejorar tu español etc. Mi objetivo era aprender sobre las plantas de la zona y entender la relación de estas con la comunidad. Al tener conocimientos hortícolas en vez de agrícolas, me pareció increíble ver los diferentes alimentos que se cultivan en Ecuador a diferencia de Australia, por ejemplo las yucas y ocas (tubérculos como papas, desconocidas en mi país). A partir de ahí, inicié un club de plantas medicinales y plantas silvestres comestibles en Saminay, una escuela progresista que confía en autoabastecerse con la comida cultivada en su tierra.

Camille

Par Camille Greenfield.

Je dois indiquer qu’il est difficile de sélectionner un moment qui décrit mieux mon temps avec Tandana, dans le cadre du stage horticole. Cependant, il y a un souvenir en particulier qui a eu lieu dans les premières semaines, qui auraient un impact majeur sur mes projets futurs.

Ma famille d’accueil avait rapidement pris mon amour pour des plantes /nature en général et a proposé de faire une randonnée en famille. Nous avons beaucoup parlé de cette randonnée et nous avons discuté de l’heure de départ en toute occasion. L’emotion était palpable. Je croyais qu’avec l’emotion pour faire de la randonnée et avoir des jambes plus longues, je serais en mesure de faire la randonnée.

Nous sommes partis à l’aube. Nous avons apporté des collations avec nous pour le voyage. Nous nous sommes dirigés vers la prochaine communauté de Larcacunga, une heure de bataille difficile, mais soyez assuré que cela ne faisait pas techniquement partie de la randonnée. C’était simplement un détour pour aller chercher quelques plus membres de la famille puis continuer le voyage réel.

Cette randonnée s’est déroulée pendant la saison humide, donc le chemin nous a accueillis avec des feuilles de boue glissante, prenant un pas vers l’avant et glisser les deux pas en arrière.  Plus nous montions plus l’environnement a commencé à changer. Les arbres ont poussé vers l’intérieur, laissant un environnement humide. C’était parfait pour la croissance de la mousse. Entre les moments de reprise du souffle, j’ai remarqué que ma mère hôte cherchait à travers les racines d’une plante.  J’ai pensé qu’elle pourrait avoir laissé tomber quelque chose de valeur et elle la recherchait. Cependant, à quelques mètres seulement, je l’ai vue chercher à nouveau dans le même type de plante. Elle a chuchoté déçue « está tierna » (elle n’est pas mûre). Plus tard je l’ai trouvée dehors recherchais les racines mûres puis « chupar » (sucer). Des moments plus tard, après avoir regardé vers mes pieds, je me suis rendu compte que quelqu’un m’avait passé une ampoule d’orchidée. Ma première pensée était de mettre ce magnifique spécimen dans mon sac pour le garder. Tout le groupe s’est arrêté pendant que j’ai atteint mon sac et ils m’ont expliqué que la plante devait être « chupado » (sucé).

Ampoule à orchidées

Lorsque nous atteignons le sommet de la montagne, il y avait de plus en plus de bavardage au sujet d’une certaine plante délicieuse comestible appelée « mortiños ». Il semblait que la recherche de cette plante donnait une endurance à la famille pour continuer la randonnée. On m’a donné automatiquement un regain d’énergie quand ils ont décrit les baies de la plante. Au sommet de la montagne couverte de mousse, il semblait tout à fait normal que mon hôte oncle grimpât un arbre et le secoue, de sorte que des tas d’oranges miniatures tombent. En quelques secondes, ma tante hôte a crié, car elle avait trouvé des buissons et de petits arbres des célèbres « mortiños ». Les sacs en plastique ont commencé à apparaître de nulle part, un élément essentiel que l’on doit toujours porter dans le monde d’Otavalo. Les sacs ont été remplis jusqu’au bord et les fruits débordants ont ensuite été remplis dans la bouche de l’autre. Soudainement, des rires et des rires ont été arrêtés alors que le « neblina » (brouillard) a commencé à nous engloutir et il était évident que nous devrions rentrer à la maison.

Bientôt, nous avons été informés par notre guide principal, le père hôte, que le groupe était perdu et avec ce paramètre « neblina » (brouillard), il était 100% probable que nous serions trempés au moment où nous serions à la maison. Nous avons glissé et tout à fait littéralement nous avons glissé dans les collines en raison de la mousse. À travers des ficelles de jungle et des branches mortes, nous nous sommes glissés sur et sous la végétation. Enfin, nous avons atterri sur un chemin qui semblait aurait été auparavant piétiné. Et nous étions de retour chez nous, tous mouillés, mais avec des sourires et des tâches rouges sur nos lèvres et nos doigts.

Au moment où l’oxygène retournait dans mon cerveau et je pouvais formuler des pensées cohérentes, mon esprit a commencé à courir de la façon dont je voulais apprendre tout ce que l’on pouvait parler de ces plantes comestibles sauvages. Je voulais aussi pouvoir courir dans les montagnes, chercher sur les arbres et manger leurs fruits sucrés et leurs baies.  Et ainsi je faisais ça. J’ai également fait de même avec des plantes médicinales qu’un œil non formé verrait de mauvaises herbes en bordure de route. Mon projet a été défini.

Avant de commencer nos stages, Tandana nous prépare en posant aux bénévoles une question simple, quel est votre but pour le temps que vous êtes ici ? Il pourrait y avoir une série de réponses ; pour créer une relation étroite avec votre famille d’accueil indigène, apprendre à connaître la culture, améliorer son espagnol, etc. Mon objectif était de connaître les plantes dans la région et de comprendre leur relation avec la communauté. Ayant un milieu horticole plutôt qu’agricole, il était incroyable de passer les différentes denrées cultivées d’Australie en Equateur, comme les yucas et les okas (légumes tuberculeux inconnus dans mon pays). Alors, j’ai commencé un club de plantes comestibles et sauvages à Saminay, une école progressive qui espère être auto-entretenue avec les aliments cultivés sur leurs terres.

Vue du haut de la randonnée

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