A standing ovation: Tandana’s Summer School returns in-person to great success this year

After being held virtually for two years, The Tandana Foundation’s Summer School program in Ecuador returned to in-person instruction this year. Among those happiest to be back in-person was Hank Fincken, who has taught a theatre course to students during seven iterations of Tandana’s Summer School.

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Below, Fincken recaps what happened in Summer School this year. That includes his class’s dress rehearsal of a rewarding play with a cast of unexpected “extras.”

Tandana’s Summer School in Ecuador is BACK. 

Some friends have said to me: Why don’t you retire and just enjoy yourself. Well, the answer is simple: There’s much more to do. And, what better way to entertain yourself than to help others.

This was my seventh summer working for Tandana. We were forced to work online for the past two years due to that pesky pandemic. (Curse you COVID-19 and all your relations!) It was OK. It was much better than nothing. But, Tandana is all about relationships. It’s about working with others, sharing meals and conversations without a clock. It’s about helping others help themselves. It’s about group success by a team of concerned individuals. It’s about human growth; it’s about learning from each other. 

The students were from 11- to 16-years-old. Because Ecuador’s school calendar is similar to ours, the month of July was set to be our target month. But a strike in the country stopped all transportation. In other words, July 4 started on July 18. Tandana didn’t give up and neither did the students.

We were a smaller group than in past years, but that allowed the teachers more time with each student. We wore masks to ensure safety. Classes were English, math, and theatre.  Yes, for the first time in my life, an educational institution decided that theatre was a necessity. If only the U.S. was as forward thinking as Tandana. There were no grades, but yes, there were evaluations. Scholarships would be provided for those who worked hard. Do you see how beautiful that is? There is no free ride. Students had to earn their scholarship. 

I conducted an in-depth survey and learned from the one Ecuadorian teacher I know well that the two years of the pandemic resulted in one year of lost learning. Was the summer workload hard? Only in that relationships are built on trust and we teachers had to earn it. The students wanted us to succeed. They wanted to learn. They were motivated. They made us look good.

My favorite moment: I wrote a play we would mount for the parents in just a few days. We rehearsed outdoors on the school’s cement playground. Actors were in place. The play began and then, just then, the city bus rolled in and stopped on our makeshift stage. There was no sign that this was a bus stop. Passengers unloaded; my students kept acting. Our play had become the background for everyday life. No passenger asked what we were doing. After a bit, a dog, then two came to preview the action. They didn’t complain. That was our first sign that we were doing something right. 

The play ends when one of the actors says summer school is almost over. Another sings: “It’s the end of the new beginning.” That was our reward. Tandana is back, and we all helped make it happen.

By Hank Fincken, A National Theatre Company of One

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Un aplauso: Las clases presenciales vuelven a los Cursos Vacacionales de Tandana, y con mucho éxito

Después de dos años de instrucción virtual, la Escuela de Verano de la Fundación Tandana en Ecuador ya volvió a dar clases presenciales en 2022. Hank Fincken, quien se ha encargado de enseñar el teatro en siete encarnaciones de los Cursos Vacacionales de Tandana, figuraba entre los más felices de volver a dar clases presenciales.

A continuación, Finken relata los eventos de los Cursos Vacacionales 2022, incluso el repaso de una obra gratificante por los estudiantes y un elenco repleto de “extras” inesperados.

¡Los Cursos Vacacionales de Tandana ya volvieron al Ecuador!

Unos amigos me han preguntado, “¿Por qué no te jubilas y te diviertes ya?” Pues, la respuesta es bien fácil: Aún nos queda mucho que hacer. Y no hay mejor manera de divertirse que ayudarles a los demás.

Ya son siete veranos que colaboro con la Tandana. Los dos años pasados nos obligaron a trabajar en remoto por culpa de esa pandemia molestona. (¡Maldita seas, COVID! Tú y todos tus parientes.) No fue tan mal. Fue algo, y algo es mejor que nada. Pero lo fundamental de la Tandana centra en las relaciones personales. Se basa en el apoyo mutuo, en cenar juntos y conversar, sin que el reloj nos dicte la hora. Se trata de empoderarles a los demás a conseguir el auto apoyo. Se trata del éxito mutuo, conseguido por un equipo de individuos interesados. Se trata del desarrollo personal. Se trata de aprender del otro.

Los estudiantes tenían entre 11 y 16 años. Ya que el año escolar en Ecuador se parece mucho al nuestro, teníamos planeado para el mes de julio. Pero desafortunadamente hubo una huelga en el país que bloqueó los medios de transportación. Quiero decir que el 4 de julio comenzó el 18 de julio. La Tandana no se dio por vencida, y tampoco los estudiantes.

Fuimos pocos – menos que en los años anteriores – lo que permitió que los profesores pudiéramos prestarle más atención particular a cada estudiante. Nos tapamos con una mascarilla para proteger la salud de todos. Se enseñaron inglés, matemáticas y teatro. Por primera vez en mi vida, una institución educativa afirmó el teatro como necesidad. Ojalá los EE.UU. tuvieran la previsión de la Tandana. Aunque no se regalaron notas, sí hubo evaluaciones. Los que se dedicaron, recibieron una beca. Señor lector, ¿a qué no ve qué tan ideal resultó lo anterior? No hubo acceso gratuito – los estudiantes ganaron las becas.

Realicé una encuesta en profundidad y una profesora ecuatoriana que conozco bien me comentó que, con dos años de pandemia, habían perdido un año de aprendizaje. ¿Fue mucho nuestro trabajo en la escuela de verano? Pues, sí, si se recuerda que las relaciones se basan en la confianza, algo que los profesores tuvimos que ganar. Los estudiantes querían que tuviéramos éxito. Querían aprender. Estaban dedicados. Nos hicieron fácil el trabajo.

Mi momento favorito: Escribí una obra que íbamos a presentarles a los padres de familia dentro de unos pocos días. Ensayábamos allí fuera en el parque infantil de cemento que tenía la escuela. Todos los actores estaban preparados. El ensayo comenzó y, justo en aquel momento, un autobús municipal entró y se estacionó en nuestro escenario improvisado. No teníamos cómo saber que ésa era una parada de autobús. Los pasajeros bajaron y los estudiantes seguían ensayando. Nuestra obra se había convertido en el fondo de la vida cotidiana. Ningún pasajero nos preguntó qué hacíamos. Un poco después, un perro y otro pasaron para ver la obra. No se quejaron. Fue la primera indicación que recibimos que lo hicimos muy bien.

Para cerrar la obra, un actor dice que la escuela de verano casi termina. Otro canta, “Es el final de un nuevo comienzo.” Esa fue nuestra recompensa. La Tandana ya volvió, y nosotros facilitamos su regreso.

Por Hank Fincken, A National Theatre Company of One

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Un tonnerre d’applaudissement :  Les cours de vacances de Tandana reviennent cette année en présentiel avec un franc succès

Après avoir été tenue à distance pendant deux ans, le programme des cours de vacances de la Fondation Tandana en Équateur revient cette année en présentiel. Parmi les plus heureux à être de retour en présentiel il y a Hank Fincken qui a enseigné un cours de théâtre aux élèves pendant sept cycles des cours de vacances de Tandana.

Ci-dessous, Fincken récapitules ce qui s’est passé cette année aux cours. Cela inclut la repetition d’une pièce valorisante par sa classe avec des figurants inattendus.

Les cours de vacances de Tandana en Équateur sont DE RETOUR. 

Certains amis m’ont dit :  Pourquoi est-ce que tu ne pars par à le retraite et tu ne t’amuses pas ? Eh bien, la réponse est simple :  Il y a tellement plus à faire et quoi de mieux pour se divertir que d’aider les autres.

C’était le septième été que je passais à travailler pour Tandana. Nous étions obligés de travailler en ligne ces deux dernières années à cause de cette fichue pandémie. (Sois maudit COVID-19 et tout ce qui t’est lié !) C’était bien. C’était beaucoup mieux que rien. Mais Tandana c’est les relations. C’est travailler avec les autres, partager des repas et des conversations sans voir l’heure passer. C’est aider les autres à s’aider eux-mêmes. C’est le succès du groupe via une équipes de gens concernés. C’est la croissance humaine, c’est apprendre des autres. 

Les élèves étaient âgés de 11 à 16 ans. Le calendrier scolaire de l’école d’Équateur étant similaire au nôtre, le mois de juillet fût fixé comme notre objectif. Malheureusement, une grève dans le pays a rendu impossible tout transport. En d’autres termes, le 4 juillet a commencé le 18 juillet. Ni Tandana, ni les élèves n’ont abandonné. 

Nous étions un plus petit groupe que les années précédentes mais cela a permis aux enseignants d’avoir plus de temps avec chaque élève. Nous portions des masques afin d’assurer la sécurité. Les cours étaient : Anglais, mathématiques et théâtre.  Oui, pour la première fois dans ma vie, une institution éducative avait décidé que le théâtre était une nécessité.  Si seulement les États-Unis étaient aussi progressistes que Tandana. Il n’y avait pas de notes mais il y avait des évaluations. Les bourses d’études étaient accordées à ceux qui travaillaient dur. Vous voyez comme c’est beau ? On n’a rien sans rien. Les élèves devaient gagner leur bourse d’études. 

J’ai mené une étude en profondeur et ai appris, de l’enseignant équatorien que je connais très bien, que les deux années de pandémie ont engendré une année d’apprentissage perdue.  La charge de travail estivale était grande ? Seulement dans le fait que les relations sont construites sur la confiance et nous, enseignants, devions la gagner. Les élèves voulaient que nous réussissions. Ils voulaient apprendre. Ils étaient motivés. Ils nous ont rendu fiers.

Mon moment préféré : J’ai écrit une pièce que nous allions monter pour les parents en l’espace de quelques jours. Nous avons répété dehors, dans la cour bétonnée de l’école. Les acteurs étaient en place. La pièce commença, et là, à ce moment précis, un bus municipal arrive et s’arrête sur notre scène improvisée. Il n’y avait aucun panneau d’arrêt de bus. Les passagers sont descendus et mes élèves ont continué de jouer. Notre pièce est devenue l’arrière-plan de la vie de tous les jours. Aucun passager n’a demandé ce que nous faisions. Au bout d’un moment, deux chiens sont venus en avant-première. Ils ne se sont pas plaints. C’était le premier signe que nous faisions quelque chose de bien. 

La pièce se termine quand un des acteurs dit que l’école d’été est terminée. Un autre chante : « C’est la fin d’un nouveau départ. » C’était notre récompense. Tandana est de retour et nous avons tous œuvré à ce que cela se produise.

Par Hank Fincken, A National Theatre Company of One (Une Mono-troupe de Théâtre nationale)

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